Cristina Fernández de Kirchner volvió a intervenir en la interna del peronismo bonaerense, esta vez con una carta pública en la que rechazó el desdoblamiento de las elecciones provinciales impulsado por Axel Kicillof, pero al mismo tiempo respaldó al gobernador, ordenando a la dirigencia cerrar filas y mantener la unidad frente al gobierno de Javier Milei.
En un texto publicado en redes sociales, la expresidenta criticó abiertamente la idea de separar los comicios bonaerenses de los nacionales, alegando razones históricas, políticas y económicas. Según CFK, “lo mejor para los bonaerenses y para el peronismo es votar una sola vez”, insistiendo en mantener el esquema de elecciones concurrentes como se ha hecho desde el regreso de la democracia. Sin embargo, pese a sus objeciones, instruyó a su círculo más cercano —incluidos Teresa García y Facundo Tignanelli— a dar marcha atrás con el proyecto legislativo que promovía esa postura.
La contradicción no pasó desapercibida: mientras Cristina denuncia el alto costo de una doble elección y la crítica situación económica de la provincia —con más de mil obras paralizadas, desempleo en alza y una caída del 8% en la actividad—, termina legitimando una estrategia que ella misma considera equivocada.
Este doble discurso refleja una dinámica ya habitual en el kirchnerismo: marcar diferencias hacia dentro, pero priorizar el control político por sobre el debate abierto. Lejos de fomentar una renovación real en el peronismo, CFK refuerza su rol de liderazgo verticalista, aún cuando sus decisiones chocan con sus propios argumentos.
Mientras la provincia de Buenos Aires enfrenta un escenario complejo, con recortes de coparticipación y tensión social creciente, la exmandataria opta por mantener la cohesión del aparato partidario antes que alentar soluciones de fondo. La unidad, para Cristina, sigue siendo más importante que la coherencia.