Una notera de Radio del Plata explota en llanto
6 de marzo de 2025 – Ciudad de Buenos Aires
Una vez más, los jubilados volvieron a decir presente frente al Congreso de la Nación. Con sus cuerpos cansados pero su espíritu intacto, caminaron por Avenida de Mayo sosteniendo carteles, bastones y la memoria viva de lo que significa haber entregado una vida de trabajo. Reclaman lo mismo desde hace tiempo: jubilaciones dignas, medicamentos, respeto y la restitución de la moratoria previsional que caducó hace solo unos días.
La postal fue la de siempre: vallas por todos lados, un fuerte operativo policial y cientos de personas mayores que se abren paso entre el calor, el ruido y la indiferencia del poder. A pesar de todo, marchan. Y marchan en paz, sin cortar calles, sin generar disturbios. Solo quieren ser escuchados.
No hubo incidentes, pero sí hubo algo que dolió más: el desinterés. No hubo funcionarios que salieran a dar la cara. No hubo señales del Congreso. Solo silencio.
En medio del reclamo, muchos manifestantes se emocionaron al recordar que hoy deberían estar disfrutando la vejez, no rogando por un plato de comida o por un aumento que les permita pagar el alquiler. La tristeza era visible en los ojos de quienes, aún con dificultad, se abrazaban a su derecho de protestar.
“El país no puede construirse olvidando a quienes lo levantaron con sus manos”, decía una pancarta que hablaba por todos. Y es que detrás de cada jubilado hay una historia, una fábrica, una escuela, una obra. Personas que hicieron su parte y ahora exigen que el Estado haga la suya.
La marcha de hoy no fue solo un reclamo. Fue un grito silencioso que interpela. Un recordatorio de que el progreso real se mide por cómo tratamos a nuestros mayores. Y de que una sociedad que los olvida, también se olvida de sí misma.