Una vez más, el presidente Javier Milei ha vuelto a atacar con dureza a los periodistas, esta vez vinculando su frustración por la cobertura mediática de su retraso al velorio del Papa Francisco con un mensaje alarmante: “La gente no los odia lo suficiente a los periodistas”. Esta afirmación, lejos de ser una simple crítica, refleja una estrategia peligrosa de deslegitimación de la prensa y la incitación al odio, que no hace más que alimentar un clima de violencia política que ya se ha cobrado sus víctimas.
El comentario de Milei, hecho a través de su cuenta de X (antes Twitter), no solo es irresponsable, sino que puede tener consecuencias graves en un contexto en el que la violencia contra los periodistas ya está en aumento. La retórica del odio parece ser una constante en su discurso, que no escatima en descalificar a aquellos que lo critican o lo cuestionan, como se evidenció en su reacción ante las críticas por su llegada tardía al funeral del Papa Francisco, donde ni siquiera pudo estar presente durante la exposición del féretro. Mientras otros jefes de Estado estuvieron allí para rendir homenaje, Milei decidió no llegar a tiempo, lo que sus críticos interpretaron como una falta de respeto. Sin embargo, lejos de asumir su error, el mandatario optó por culpar a la prensa, acusando a los periodistas de mentir y manipulando la información.
¿Una invitación al desprecio hacia los medios?
Milei no es nuevo en sus ataques a los medios de comunicación. Su frase “La gente no odia lo suficiente a los ‘periodistas’” remite a un mensaje que ya había lanzado anteriormente, cuando el director de El Destape, Roberto Navarro, fue agredido físicamente en un ataque que se percibió como una reacción directa a las palabras del presidente. En esa ocasión, Milei también había sugerido que la prensa debía ser más despreciada, algo que, lamentablemente, parece haber generado consecuencias muy reales en forma de violencia física contra periodistas.
El presidente, en lugar de buscar un diálogo constructivo con los medios, parece preferir una confrontación constante, descalificando a todos los que no coinciden con su visión. La acusación de mentir a periodistas como Marcelo Bonelli y Diego Brancatelli no hace más que afianzar un discurso de desinformación y división, en el que los hechos y las críticas legítimas son minimizados a través de la etiqueta de “mentirosos” y “enemigos del pueblo”. Este tipo de ataque no solo pone en duda la libertad de expresión, sino que también normaliza el odio y crea un clima propenso a la violencia.
Un clima de violencia política alimentado desde el poder
La agresión violenta contra Roberto Navarro, un día después de las declaraciones de Milei, no debe ser vista como una coincidencia. La retórica del odio, cuando proviene de figuras de poder, tiene un impacto directo en la sociedad, especialmente cuando se dirige a los periodistas, que en muchos casos representan los ojos y oídos de la ciudadanía. Este tipo de discurso pone en peligro no solo a los medios de comunicación, sino también a los derechos fundamentales de la sociedad a estar informada de manera objetiva y veraz.
El ataque a Navarro, un golpe por la espalda, no solo fue una agresión física, sino también un ataque simbólico a la libertad de prensa y a la democracia misma. Aunque muchos sectores políticos y sociales han condenado este tipo de actos de violencia, el presidente ha continuado con su discurso beligerante, como si de alguna manera tratara de justificar la violencia contra quienes lo critican. Esta justificación tácita es un peligroso precedente que no solo incita al desprecio, sino también a la violencia física contra los periodistas.
Una estrategia de desinformación y polarización
En lugar de fomentar el debate y el intercambio de ideas, el gobierno de Milei se está alimentando de la polarización. Cada ataque a los periodistas se presenta como un espejo de su lucha contra un supuesto “enemigo” al que califica de “mentiroso” y “traidor”. Este enfoque, lejos de contribuir a la mejora del periodismo y la comunicación en el país, crea un narrativa hostil que lleva a la desinformación, ya que se descalifica a los medios que investigan y critican al poder.
El peligro radica en que, al atacar a los periodistas y descalificar la información que no le es favorable, Milei está socavando la confianza pública en las instituciones y en la democracia misma. En lugar de promover un ambiente de diálogo constructivo, está alimentando el desprecio hacia la prensa y potenciando un clima de incertidumbre que puede tener consecuencias devastadoras para el derecho a la información y para la libertad de expresión.
Conclusión: Un discurso que atenta contra la democracia
El mensaje de Javier Milei contra los periodistas no es una simple controversia política; es un ataque a los valores fundamentales de la democracia. Al fomentar un discurso de odio, desinformación y violencia, el presidente no solo está debilitando la confianza en los medios, sino también en el sistema democrático que debería garantizar la libertad de expresión y el acceso a una información veraz.
Es imprescindible que tanto la sociedad civil como las instituciones reflexionen sobre las graves implicancias de este tipo de retórica. Los ataques constantes a la prensa y la justificación de la violencia son un peligroso precedente que puede llevar al país por un camino de intolerancia y desinformación, erosionando los pilares fundamentales de la democracia y la libertad.