En un escenario internacional cargado de tensión, el expresidente estadounidense Donald Trump recibió este lunes al primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, en su residencia de Mar-a-Lago. La visita, que prometía ser un gesto de apoyo clave en plena ofensiva israelí sobre Gaza, terminó envuelta en un nuevo escándalo diplomático: la rueda de prensa conjunta fue cancelada a último momento y sin explicaciones oficiales.
Aunque la Casa Blanca actual no participó del encuentro, Trump dejó claro que sigue jugando fuerte en el tablero internacional. Según fuentes cercanas a su entorno, el republicano planeaba respaldar públicamente la operación militar de Israel en la Franja de Gaza. Sin embargo, el silencio repentino generó dudas sobre la interna entre ambos líderes.
Además del conflicto en Medio Oriente, la reunión abordó la guerra comercial con China. Netanyahu expresó su preocupación por las relaciones tecnológicas entre Pekín y Teherán, mientras que Trump insistió en retomar una postura dura contra el gigante asiático si regresa a la Casa Blanca en 2025.
La cancelación de la conferencia encendió las alarmas en la prensa internacional. Para muchos analistas, este episodio refleja las contradicciones del posible retorno de Trump al poder: mientras se presenta como un aliado incondicional de Israel, evita comprometerse ante los focos y micrófonos.
Netanyahu, por su parte, enfrenta una presión creciente tanto interna como externa por los ataques en Gaza, que ya dejaron miles de muertos y desplazados. Su visita a Estados Unidos fue leída como un intento de reforzar apoyos en un contexto de creciente aislamiento global.
Sin fotos oficiales ni declaraciones conjuntas, el encuentro terminó con más preguntas que respuestas. ¿Hay fisuras entre dos de los líderes más polémicos del escenario internacional? ¿O se trata de una jugada estratégica para evitar mayores confrontaciones?
Lo cierto es que, mientras las bombas caen sobre Gaza y la economía mundial sufre los coletazos del conflicto comercial con China, el mundo sigue mirando a Trump y Netanyahu. Y esta vez, el silencio fue más ruidoso que cualquier discurso.
