En una decisión que sorprende en medio de una economía tensionada por aumentos generalizados, YPF anunció una baja del 4% en los precios de la nafta y el gasoil a partir del 1° de mayo. El recorte, confirmado por el presidente de la compañía, Horacio Marín, refleja un giro táctico en la política comercial de la empresa ante la retracción sostenida en el mercado interno de combustibles.
Una baja que responde más al consumo que al Brent
La petrolera de mayoría estatal justificó la medida en base a su “análisis permanente de variables clave”, como el precio internacional del crudo Brent, la cotización del dólar, la carga impositiva y el valor de los biocombustibles. Sin embargo, el verdadero motor detrás de esta decisión parece ser la fuerte desaceleración de la demanda, especialmente en los segmentos más sensibles al precio.
En marzo, los despachos de combustible crecieron apenas un 0,89% interanual tras 15 meses de caída, una recuperación leve que se explica principalmente por el repunte de la nafta premium (+17,74%) y el gasoil grado 3 (+11%), ambos productos orientados a sectores de mayores ingresos. En cambio, las ventas de nafta súper y gasoil común —los combustibles de mayor volumen— siguen en baja: -0,64% y -9,46%, respectivamente.
Estrategia defensiva ante un mercado segmentado
Con esta baja, YPF busca recuperar volumen en los segmentos populares, donde el encarecimiento del transporte privado y la pérdida de poder adquisitivo han expulsado a miles de usuarios del consumo habitual de combustible. En paralelo, la empresa protege su participación de mercado ante la posibilidad de que otras petroleras comiencen a ofrecer precios más competitivos, algo que todavía no se ha confirmado.
Los precios estimados con la rebaja quedarían así en Ciudad de Buenos Aires:
- Nafta Súper: baja de $1224 a $1175
- Nafta Premium: baja de $1509 a $1449
- Gasoil Común: baja de $1215 a $1167
- Gasoil Premium: baja de $1475 a $1416
¿Un alivio temporal o una señal de tendencia?
Aunque la baja puede leerse como un respiro frente a meses de aumentos, su alcance es limitado. Se trata más de una corrección puntual que de un cambio estructural en la política energética. Con los precios aún altos en términos históricos y un contexto internacional volátil, no hay garantías de que este recorte marque el inicio de una tendencia sostenida.
Además, la dolarización de los precios en el sector y la quita de subsidios continúan funcionando como anclas inflacionarias, trasladando gran parte del ajuste al consumidor. En ese marco, una rebaja del 4% luce más como una medida correctiva que como una política de alivio real.