La ofensiva militar estadounidense contra instalaciones nucleares en Irán encontró un eco inmediato y celebratorio en la Argentina gobernada por Javier Milei. Sin emitir un comunicado oficial, pero con una serie de retuits y guiños explícitos, el gobierno argentino se posicionó sin matices al lado de Donald Trump y del primer ministro israelí Benjamin Netanyahu, en una movida que reconfigura por completo la histórica postura de no intervención que caracterizó a la política exterior argentina.
🛑 Del silencio diplomático al entusiasmo virtual
El primero en salir a marcar territorio fue el ministro de Defensa, Luis Petri, quien calificó los bombardeos como una “garantía de paz y libertad” y agradeció a Milei por estar “del lado correcto de la historia”. La frase, replicada por el propio presidente desde su cuenta de X, refleja un alineamiento ideológico más que estratégico: Argentina no solo apoya, sino que celebra los bombardeos en Medio Oriente.
Al mismo tiempo, el vocero presidencial, Manuel Adorni, lanzó una consigna breve pero contundente: “Terrorismo nunca más. Fin”, sin mayor desarrollo, pero con clara intención de legitimar la narrativa occidental que justifica los ataques como parte de una guerra contra el “terrorismo islámico”.
En este marco, la Cancillería brilló por su ausencia, sin pronunciamiento oficial ni matices diplomáticos. La política exterior se expresó, como tantas veces en este gobierno, a través de las redes sociales.
🇮🇱 Israel, Trump y la cultura “occidental”: la ideología por encima de la estrategia
El apoyo de Milei no es casual ni coyuntural. Viene precedido por una gira internacional donde el presidente argentino no solo visitó Israel, sino que abrazó sin reservas la política de Benjamin Netanyahu, con gestos que incluyeron oraciones en el Muro de los Lamentos, declaraciones contra Irán como “amenaza nuclear” y una reivindicación de Israel como “garante de la civilización judeo-cristiana”.
A esto se suma su respaldo a Trump como líder global, en contraste con las potencias europeas o los organismos multilaterales que han mostrado reparos ante la escalada bélica. Milei reproduce el discurso del neoconservadurismo estadounidense: ve en Israel un bastión del orden occidental, y en Irán, un símbolo del oscurantismo que hay que erradicar. La política exterior, así, se reduce a una cruzada cultural.
🧨 El riesgo de alinearse sin matices
Este posicionamiento extremo no es gratuito. Rompe con décadas de equilibro diplomático de Argentina, desde la doctrina Drago hasta la postura de neutralidad activa de gobiernos anteriores. Y pone en riesgo el reclamo por la soberanía de Malvinas, al alinearse sin condiciones con países que históricamente respaldan a Gran Bretaña en el conflicto del Atlántico Sur.
Además, reduce el margen de maniobra frente a potencias emergentes como China o India, actores centrales en la economía argentina actual, que han mantenido una posición crítica o de neutralidad ante los bombardeos. El fervor ideológico podría costarle caro a la estrategia comercial y diplomática del país.
💻 Una diplomacia tuitera: influencers como voceros de política exterior
Mientras los organismos oficiales callan, la narrativa libertaria se radicaliza en redes sociales. Funcionarios y tuiteros afines al gobierno, como Juan Doe (director de Comunicación Digital) y Daniel Parisini (“El Gordo Dan”), celebraron los bombardeos con euforia, incluso con frases que rozan el discurso de odio: “Sufren los zurdos del mundo. Yo disfruto”, o “Perfecto, el enfermo mental del Ayatola no va a tener nunca bombas nucleares. CIAO”.
Este tipo de intervenciones, lejos de ser anecdóticas, revela una estructura comunicacional alineada con la narrativa trumpista, donde la política internacional se reduce a memes, amenazas, simplificaciones binarias y una concepción de la guerra como espectáculo.
🔍 ¿De qué lado está la Argentina?
Para el bloque gobernante, estar “del lado ganador” es más importante que defender los intereses nacionales. Frases como la del diputado Agustín Romo —“Primera vez que Argentina está del lado correcto. Y lo más importante: del lado ganador”— resumen el espíritu de época: no hay matices, no hay análisis, solo hay una pulsión de adhesión a los centros del poder global.
Pero el mundo es más complejo que un posteo en X, y el entusiasmo del oficialismo argentino por alinearse con la guerra puede dejar a la Argentina aislada en los foros internacionales, expuesta a nuevos conflictos y con una imagen diplomática deteriorada. Más aún si el conflicto escapa del control de sus protagonistas y deriva en una escalada mayor.
🧭 Conclusión: un país sin política exterior, con relato belicista
El alineamiento incondicional de Javier Milei con Estados Unidos e Israel no es una estrategia geopolítica: es un acto de fe ideológica. En lugar de actuar con cautela y defender los intereses argentinos en un escenario mundial convulsionado, el gobierno se entrega al discurso de guerra ajeno, aunque eso signifique renunciar a la soberanía diplomática.
La Argentina del siglo XXI, arrastrada por sus propias redes sociales, parece haber abandonado la política exterior como herramienta de soberanía y desarrollo, para transformarla en una plataforma de fidelidad ciega al relato de Occidente armado.