En lugar de ofrecer certezas en un contexto económico delicado, el presidente Javier Milei optó por profundizar la grieta entre productores y supermercados con una declaración que dejó atónitos incluso a sus seguidores más fervorosos. “Se van a meter los productos en el orto”, lanzó sin filtro, en medio de la tensión por los aumentos de precios tras la eliminación del cepo cambiario. Lejos de buscar un equilibrio, el mandatario celebró una “guerra de precios” que, en la práctica, golpea de lleno a los consumidores y refleja la falta de un plan económico consistente.
Un presidente eufórico mientras la inflación no da tregua
La frase escandalosa de Milei fue pronunciada durante una entrevista maratónica de cinco horas, mientras los supermercados rechazaban listas de precios con aumentos del 7% al 12% enviados por empresas como Unilever y Molinos. En vez de preocuparse por el impacto inflacionario o la retracción del consumo, Milei lo festejó con vulgaridad, convirtiendo una crisis en un show mediático.
En redes sociales, su ministro de Economía, Luis Caputo, aplaudía la decisión de los supermercados como si fuera una victoria cultural. Pero en realidad, el trasfondo es otro: el mercado está paralizado, el consumo se derrumba y no hay herramientas concretas para frenar la inflación.
La desregulación cambiaria como experimento riesgoso
El contexto que rodea esta “guerra de precios” no puede ser ignorado. El mismo lunes en que se eliminaron las restricciones cambiarias, el dólar oficial trepó un 12%, y con él, los costos de producción de sectores clave como alimentos, higiene y limpieza. Ante la incertidumbre y la falta de intervención del Banco Central, las empresas reaccionaron trasladando sus costos a los precios, generando un shock inmediato.
En lugar de articular políticas para moderar el impacto, el Gobierno eligió confrontar con los productores, usando a los supermercados como herramienta de presión. Sin embargo, la estrategia de Milei no es antiinflacionaria, sino reactiva y caótica: en vez de construir acuerdos, promueve enfrentamientos que terminan siendo funcionales a su retórica antisistema.
Una economía que se enfría mientras se calienta el discurso oficial
Las cifras oficiales muestran una caída del 8,6% en el consumo minorista durante el primer trimestre, con una baja del 13,9% en 2024, uno de los peores registros desde la crisis de 2001. Al mismo tiempo, la inflación interanual sigue siendo de las más altas del mundo, y los alimentos —el rubro que más afecta a los sectores vulnerables— aumentaron un 5,9% solo en marzo.
A pesar de eso, Milei insiste en su relato de “guerra santa contra los formadores de precios”, como si la economía pudiera resolverse a los gritos. Pero la realidad social es más dura: la clase media se achica, los ingresos se licúan y el Gobierno celebra rechazos de mercadería mientras la gente no puede llenar el changuito.
Entre los aplausos virtuales y el vacío económico
Desde las redes sociales, Caputo sigue sumando emojis mientras la política económica carece de dirección clara. Esta semana, la empresa Molinos se vio obligada a retroceder con sus aumentos, no por un acuerdo estructural sino por la presión pública. Una táctica de corto plazo que no soluciona el problema de fondo: la inflación estructural, la dolarización de costos y la falta de poder adquisitivo de la población.
Mientras Milei convierte cada conflicto en una oportunidad para radicalizar su discurso, la economía real se deteriora, el tejido social se tensiona y las soluciones estructurales siguen ausentes.
Conclusión: Milei, la inflación y el uso político del conflicto
Las declaraciones del presidente no solo son impropias para un jefe de Estado; son una muestra más de un estilo de gestión que prioriza el espectáculo por sobre las soluciones reales. En vez de generar consensos, Milei elige el camino de la confrontación permanente, incluso con sectores productivos. Y mientras celebra vulgaridades, millones de argentinos siguen perdiendo poder de compra y estabilidad económica.