Francisco: el papa latinoamericano que se convirtió en líder moral del mundo

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A los 88 años falleció Francisco, el primer papa latinoamericano. Su papado marcó una inflexión histórica en la Iglesia Católica y en la política mundial. Con una mirada crítica del sistema económico global, un liderazgo abierto al diálogo y una firme defensa de los más vulnerables, Francisco dejó un legado profundo y a la vez una reforma inconclusa.

Un papado con vocación política y moral

Desde su elección en 2013, Jorge Bergoglio se posicionó como un líder religioso con proyección global. Su figura trascendió los límites del catolicismo: fue interlocutor de presidentes, referente moral para organizaciones sociales y un actor clave en el diálogo interreligioso. Pero lejos de refugiarse en lo simbólico, Francisco se involucró en debates urgentes del siglo XXI, como el cambio climático, las migraciones forzadas, la desigualdad económica y los conflictos bélicos.

El papa argentino eligió una hoja de ruta centrada en el diálogo, la inclusión y la denuncia de las injusticias estructurales. Su mirada estuvo atravesada por su experiencia latinoamericana, moldeada en Aparecida (2007) y potenciada por una sensibilidad social que lo conectó con los sectores populares y los movimientos sociales.

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Críticas al modelo económico global

Francisco fue un crítico abierto del sistema económico actual. En sus encíclicas Laudato Si’ (2015) y Fratelli Tutti (2020), denunció la lógica depredadora del capitalismo financiero, la cultura del descarte y la falta de fraternidad entre los pueblos. En 2015, en Bolivia, sintetizó su doctrina social en las “tres T”: tierra, techo y trabajo, legitimando las luchas populares y llamando a una economía al servicio de la dignidad humana.

Este discurso generó tensiones con las élites políticas y económicas, incluso dentro del Vaticano. Fue un papa incómodo para el poder, tanto en el plano internacional como en su país natal, donde sectores conservadores lo consideraron “demasiado político”.

Una Iglesia en reforma: luces y sombras

En el plano interno, Francisco impulsó una transformación profunda, retomando el espíritu del Concilio Vaticano II. Apostó por una Iglesia sinodal, descentralizada y abierta, con mayor protagonismo para los laicos y especialmente para las mujeres. Promovió cambios en la curia romana, renovó el colegio cardenalicio y enfrentó con firmeza los escándalos de abusos y corrupción.

Sin embargo, su proyecto de reforma no estuvo exento de resistencias. Tanto dentro del clero como en sectores del laicado más conservador, surgieron oposiciones a su estilo pastoral y a sus decisiones doctrinales. Pese a eso, Francisco avanzó con convicción, apoyado en la base social que lo respaldaba y en su propia experiencia de conducción jesuítica.

Geopolítica de la paz y el diálogo

En un mundo fracturado, Francisco se erigió como un actor clave en la diplomacia global. Rechazó la guerra como medio legítimo y apeló al encuentro entre culturas y religiones. Se reunió con líderes musulmanes, judíos y cristianos de Oriente, promoviendo una fraternidad global más allá de las fronteras doctrinales.

Desde su visita a Lampedusa en 2013, donde denunció el drama de los migrantes, hasta los encuentros con referentes religiosos en Irak, Mongolia o Indonesia, Francisco dejó en claro su voluntad de tender puentes y promover una geopolítica del cuidado.

Un legado vivo y una tarea pendiente

El pontificado de Francisco transformó para siempre el rol del Vaticano en el escenario internacional. Apostó por una Iglesia en salida, pobre para los pobres, abierta a los cambios sociales y alineada con las causas más urgentes de la humanidad.

Sin embargo, su gran proyecto sinodal —una Iglesia más horizontal, participativa y democrática— quedó inconcluso. La sucesión papal se presenta como una incógnita, aunque el propio Bergoglio dejó sembrada una renovación significativa en el colegio cardenalicio.

Francisco fue, en definitiva, el papa del Sur global que desafió al Norte, el líder religioso que se convirtió en referencia política mundial, y el pastor que nunca dejó de escuchar el clamor de los descartados.

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