El gesto intimidante de Santiago Caputo que pone en jaque la libertad de prensa

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En la previa del debate legislativo de la Ciudad de Buenos Aires, el asesor presidencial Santiago Caputo volvió a protagonizar una escena que expone su relación hostil con el periodismo. En un acto que rozó lo intimidatorio, Caputo pidió la credencial a un fotógrafo que lo retrataba, fotografió el documento de prensa y bloqueó la cámara con un gesto físico. Un episodio que, lejos de ser aislado, se inscribe en un patrón preocupante de tensión entre el círculo presidencial y los medios de comunicación.

De la estrategia digital al control del relato

Caputo, apodado el “cerebro” detrás del ascenso comunicacional de Javier Milei, se mueve con un estilo hermético y meticuloso, pero cada vez más confrontativo. Su actitud durante el debate —celebrado en el Canal de la Ciudad— dejó expuesta una postura autoritaria y reactiva frente al trabajo de la prensa, especialmente cuando se trata de cubrir los movimientos del oficialismo.

El hecho ocurrió cuando el fotógrafo de un medio acreditado se acercó a registrar su llegada. Caputo no sólo le bloqueó la cámara, sino que sujetó la credencial que colgaba de su cuello y le tomó una foto al documento, sin mediar palabra ni identificar el motivo. La escena se vivió como un acto de advertencia: un recordatorio implícito de que quienes registran, también pueden ser registrados.

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Un mensaje inquietante en plena campaña

Aunque Caputo evitó responder preguntas y no dio declaraciones, su sola presencia tenía un claro tinte político: acompañar al vocero presidencial y candidato de La Libertad Avanza, Manuel Adorni, en su primer debate oficial rumbo a las elecciones del 18 de mayo. Allí, Adorni ya venía de presentar un spot junto a Javier Milei con el eslogan “Adorni es mi voz en la Ciudad”. El gesto de Caputo parece estar alineado con esa lógica: controlar el discurso, incluso mediante la presión directa sobre los trabajadores de prensa.

Este accionar no puede leerse como un desliz personal, sino como una expresión simbólica de la construcción política que lidera el oficialismo, donde el periodismo que no reproduce el discurso oficial es visto como enemigo, y donde las cámaras que no apuntan para el mismo lado deben ser enfrentadas, silenciadas o, en este caso, fotografiadas.

¿Cuál es el límite?

El gesto de Caputo no sólo vulnera el respeto institucional hacia el trabajo de los medios, sino que envía una señal inquietante sobre el lugar que la libertad de expresión ocupa en la agenda del poder. En plena campaña electoral y en un contexto donde el oficialismo refuerza su narrativa contra los “operadores mediáticos”, estos episodios funcionan como advertencias simbólicas.

Hoy fue una credencial. Mañana, ¿qué será?

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