El presidente Javier Milei aterrizó este viernes en Roma para asistir al funeral del papa Francisco, pero evitó participar del último adiós público en la basílica de San Pedro, un gesto que fue interpretado como una señal de distancia —y quizá, de incomodidad— frente a la figura del primer Papa argentino, a quien el mandatario agredió en reiteradas oportunidades durante su carrera política.
Mientras líderes como Emmanuel Macron y Luiz Inácio Lula da Silva se acercaban personalmente a rendirle homenaje al pontífice en un contexto de profunda emoción popular, el presidente argentino llegó justo cuando se cerraban las puertas del velorio, tras días en los que cientos de miles de fieles pasaron por la basílica para despedirse de Francisco. Milei, en cambio, se dirigió directamente al hotel y restringió su presencia al acto protocolar del funeral, sin dejar lugar a ningún gesto humano ni simbólico.
El silencio incómodo del converso
La actitud del presidente contrasta con su propio historial. No es solo que Milei no haya ido a la despedida pública del Papa: es el mismo que lo llamó “el representante del Maligno en la Tierra”, “comunista” y “personaje nefasto” durante su campaña. Su giro posterior —cuando las circunstancias políticas lo obligaron a moderar el discurso y buscar una foto en el Vaticano— no alcanzó a sanar una relación marcada por la agresión y el desprecio ideológico.
Por eso su ausencia en el velorio no sorprende, pero sí refuerza la idea de un presidente más cómodo con el marketing de ocasión que con los gestos genuinos, incluso cuando se trata del fallecimiento de una figura mundial que marcó la historia del país y de la Iglesia.
Una visita exprés, una despedida fría
La delegación oficial incluyó a su hermana Karina Milei y varios ministros, pero la estadía será lo más corta posible: aterrizaron tarde este viernes y se irán apenas termine el funeral este sábado. No hay agenda bilateral, ni encuentros, ni señales de diplomacia. Solo cumplir con el protocolo y volver a Buenos Aires.
La comparación con otros jefes de Estado es inevitable. Macron se presentó junto a su esposa, caminó hasta el ataúd y permaneció varios minutos en silencio. Lula llegó con una comitiva amplia y diversa que incluyó a ex presidentes, ministros y jueces. Milei, en cambio, optó por pasar por Roma casi como si fuera una escala incómoda en su itinerario.
El Papa que Milei nunca quiso escuchar
Francisco fue una de las voces más influyentes en el mundo a la hora de denunciar la desigualdad, la idolatría del dinero, la falta de compasión y el abandono de los pobres. Todo lo que Javier Milei rechaza con énfasis en su proyecto político.
Su fallecimiento conmueve al planeta y moviliza a líderes de todos los colores, religiones e ideologías. Menos a uno, el que alguna vez dijo que “el Papa impulsa el socialismo” y “está alineado con dictaduras asesinas”. Hoy, ese mismo presidente argentino intenta mostrarse respetuoso, pero sin apartarse un centímetro del guion: presencia mínima, frialdad máxima.