En una nueva escalada del conflicto, Israel ordenó evacuar prácticamente todo el sur de la Franja de Gaza ante un inminente ataque militar “sin precedentes”. El Ejército israelí instruyó a la población de Jan Yunis, Bani Suheila, Al Qarara y otras zonas a desplazarse hacia el oeste, específicamente a la localidad costera de Al Mawasi, que ya se encuentra colapsada. Solo se exceptuó a los hospitales Al Amal y Nasser.
La orden implica una nueva ola de desplazamiento forzado sobre una población civil que ya ha sido desplazada múltiples veces desde que comenzó la ofensiva. Para organismos humanitarios, se trata de una medida impracticable y cruel, que agrava aún más una crisis ya insostenible.
A esto se suma un bloqueo sistemático del ingreso de ayuda humanitaria. Según denunció la ONU, Israel impidió durante tres días consecutivos el paso de camiones con alimentos, medicinas y agua a través del cruce de Kerem Shalom. Casi 600 camiones quedaron retenidos. En paralelo, las fuerzas israelíes evacuaron por la fuerza el hospital Al Awda, el último que funcionaba en el norte del enclave.
Mientras tanto, EE.UU. propuso una nueva tregua de 60 días, aceptada por Israel, que incluye la liberación de rehenes y prisioneros. Pero Hamás no dio el visto bueno: exige un cese total de la ofensiva y condiciones humanitarias mínimas.
Desde que comenzó la guerra, se estima que más de 54.000 personas han muerto en Gaza y unas 123.000 resultaron heridas. La ofensiva israelí sigue arrasando zonas densamente pobladas, sin que se vislumbre una solución ni un freno efectivo. En este contexto, el silencio o la inacción de gran parte de la comunidad internacional termina habilitando una violencia estatal sin límites ni consecuencias.