Los recientes bombardeos israelíes sobre la provincia iraní de Isfahán, donde se encuentra una de las principales instalaciones nucleares del país, volvieron a encender las alertas sobre el riesgo de una catástrofe nuclear en Medio Oriente.
Aunque el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) aseguró que las instalaciones nucleares no sufrieron daños directos, la comunidad internacional observa con creciente preocupación la estrategia militar israelí, que parece dispuesta a escalar el conflicto regional sin medir las consecuencias globales.
Expertos en seguridad nuclear advierten que cualquier impacto en una planta como Natanz podría liberar radiación y provocar una crisis humanitaria de escala masiva. El bombardeo se produjo tras el anuncio de Irán de haber incrementado su capacidad de enriquecimiento de uranio, lo cual generó nuevas tensiones con Occidente.
Mientras tanto, Israel mantiene su narrativa de “legítima defensa”, aunque crecen las voces que denuncian una campaña agresiva que bordea la ilegalidad internacional. La falta de una condena firme por parte de las potencias occidentales alimenta la sensación de impunidad y multiplica los riesgos para toda la región.