El Papa que incomodó a los poderosos: Francisco y una Iglesia con opción por los pobres

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Durante más de una década al frente del Vaticano, el Papa Francisco intentó llevar adelante una transformación profunda y deliberadamente política de la Iglesia Católica. Con una mirada fuertemente crítica del capitalismo liberal, una apertura inédita hacia los sectores históricamente marginados y una postura geopolítica distante del eje tradicional Washington-Roma, el primer pontífice latinoamericano dejó un legado que tensiona la estructura doctrinal y jerárquica del catolicismo.

Francisco, el Papa que rompió moldes

Desde su primer gesto simbólico —el viaje a Lampedusa en 2013, donde denunció la “globalización de la indiferencia”— Francisco dejó claro que su pontificado no sería neutro. Inspirado en la figura de San Francisco de Asís, eligió colocar a los pobres, los migrantes, los pueblos originarios y las víctimas de los abusos en el centro de la agenda eclesiástica. Su visión pastoral estuvo marcada por la opción preferencial por los pobres, una línea de pensamiento fuertemente influida por la Teología de la Liberación, aunque sin abrazarla completamente.

Crítica al capitalismo y apuesta por el Estado presente

Francisco fue quizás el único líder global con relevancia institucional que se atrevió a cuestionar de forma sistemática al sistema capitalista. En encíclicas como Laudato si’ y Fratelli tutti, denunció la lógica del descarte, la depredación ambiental y la acumulación de riqueza como elementos estructurales de un orden económico injusto. Defendió abiertamente el rol del Estado como herramienta de redistribución y abrazó a los movimientos sociales como actores claves en la transformación de la humanidad. “El futuro de los pueblos está en las periferias”, llegó a afirmar.

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Una apertura progresiva entre resistencias internas

Aunque algunos analistas lo definen como un reformista antes que un revolucionario, Francisco desafió el núcleo conservador de la Iglesia. Su célebre “¿Quién soy yo para juzgar?” respecto a la homosexualidad marcó un cambio de tono, aunque no de doctrina. Permitió bendiciones a parejas en “situaciones irregulares” —incluidas las del mismo sexo— y promovió el rol de la mujer en el Vaticano, con nombramientos históricos en cargos de alto rango. No obstante, no logró abrir el sacerdocio a mujeres ni ordenar a hombres casados en zonas con crisis vocacionales, lo que muestra los límites de su papado frente a la estructura patriarcal del Vaticano.

Justicia por los abusos y reforma legal

En 2021, reformó el Código de Derecho Canónico para tipificar claramente los abusos sexuales como delitos contra la dignidad humana y exigió responsabilidad a obispos que encubrieran crímenes. Pese a estas medidas, los mecanismos de implementación siguen siendo débiles: aún existen graves fallas en el tratamiento de denuncias, según la Comisión para la Protección de Menores.

El Papa geopolítico: diálogos incómodos y distancias estratégicas

En materia internacional, Francisco se desmarcó de la tradición vaticana de alineamiento con EE.UU. y el bloque occidental. Apostó al diálogo con la Iglesia Ortodoxa rusa y se mantuvo abierto a Moscú en el conflicto de Ucrania, lo que le valió críticas desde Occidente. Condenó con firmeza la violencia israelí en Gaza, en sintonía con la posición de organismos internacionales, y mantuvo una firme oposición a la islamofobia promovida por sectores de ultraderecha en Europa. Además, en un gesto pragmático, avanzó en acuerdos diplomáticos con China para consensuar el nombramiento de obispos, una estrategia de largo plazo que incomodó a Washington.

Reconocimiento a los pueblos originarios: del perdón al protagonismo

Francisco pidió perdón por los crímenes cometidos por la Iglesia contra pueblos indígenas tanto en América Latina como en Canadá. No se quedó en la disculpa: planteó una visión que reconoce en las culturas originarias un papel central en la defensa del ambiente y en la construcción de una nueva ética global, lejos del extractivismo y el colonialismo cultural. Esta posición reconfigura la relación entre la Iglesia y las comunidades indígenas, históricamente marcada por la opresión.

Un cónclave más diverso: la batalla por el futuro

Sabedor de que los cambios verdaderos necesitan persistencia institucional, Francisco reconfiguró el Colegio Cardenalicio con fuerte presencia de América Latina, África y Asia, desplazando el tradicional eurocentrismo. Esta decisión estratégica influirá directamente en la elección de su sucesor y en el futuro ideológico de la Iglesia.

Conclusión: ¿reforma o paréntesis?

Francisco no transformó doctrinalmente a la Iglesia, pero sí amplió sus márgenes discursivos, desplazó su centro político hacia el sur global y legitimó causas sociales hasta entonces ajenas a los altares. Su pontificado fue, ante todo, un llamado a “una Iglesia pobre para los pobres” y a una comunidad cristiana comprometida con las injusticias del presente. Si su legado será un punto de inflexión o apenas un paréntesis progresista dentro de una institución milenaria, lo dirán los próximos papados. Pero lo cierto es que Francisco incomodó, removió estructuras y encendió debates que ya no pueden silenciarse.

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