La política argentina, cada vez más contaminada por el espectáculo, no encontró límites ni siquiera frente a la noticia más sensible del año: el fallecimiento del papa Francisco. Mientras el país y el mundo comenzaban a despedir a la figura del primer pontífice argentino, sectores del oficialismo libertario, acompañados por medios y tuiteros afines, optaron por agitar una operación mediática sin sustento: acusaron falsamente a legisladores de Unión por la Patria de haber pedido dinero público para asistir a las exequias en Roma.
La acusación —según la cual diputados como Eduardo Valdés, Vanesa Siley, Carolina Gaillard y Florencia Carignano habrían solicitado pasajes pagos por la Cámara de Diputados— fue rápidamente desmentida. No existió trámite, ni pedido formal, ni aprobación posible. Pero en la lógica de la política del meme y la indignación exprés, la desinformación ya había hecho su recorrido.
Fake news con timing y dirección política
El líder del bloque de UxP, Germán Martínez, fue tajante: “Es absolutamente falso que integrantes de nuestro bloque hayan realizado gestiones para ir a Roma. Todo fake, todo mentira”. La diputada Carignano, a su vez, fue más allá en su respuesta al remarcar la hipocresía de quienes impulsaron la versión: “Los mismos que despreciaron en vida al papa Francisco ahora inventan viajes con fondos públicos. Es un momento de recogimiento, no de berretines mediáticos”.
El timing de la operación no fue inocente. El mismo día en que comenzaron a circular estas versiones, el presidente de la Cámara de Diputados, Martín Menem, salió públicamente a aclarar que no se permitiría el uso de fondos públicos para asistir al Vaticano. Un gesto innecesario si no existía ningún pedido formal, pero útil para instalar un relato y ponerse del lado del “cuidado del gasto público”, aun cuando el tema no estaba en discusión.
El show político como distracción
Este episodio evidencia un patrón creciente: la política como chisme, como panel televisivo permanente, donde la verdad importa menos que el efecto inmediato. La manipulación de datos, la invención de conflictos y el uso de muertos ilustres para atacar adversarios son síntomas de una crisis política más profunda: la sustitución del debate de ideas por el marketing de la indignación.
Y, paradójicamente, todo esto sucede en el contexto de un Congreso virtualmente paralizado, sin presupuesto aprobado desde hace dos años, y con una gestión legislativa que se ha limitado a sesiones testimoniales o impulsos reactivos del Ejecutivo. Frente a eso, las redes y algunos medios actúan como una usina de humo, donde el problema no es la política en sí, sino cómo se degrada su rol al convertirla en entretenimiento tóxico.
Francisco como espejo
La figura del Papa Francisco siempre incomodó a los sectores más duros del liberalismo argentino. Su prédica por los últimos, su denuncia del descarte social y su visión crítica del capitalismo salvaje fueron motivo de burla y desprecio durante años por parte de los mismos espacios que hoy intentan usar su muerte con fines partidarios. El intento de apropiación post mortem no solo es cínico: revela una contradicción moral profunda.
Quizás el legado de Francisco, ese que invitaba a mirar a los pobres, a los descartados y a actuar con honestidad intelectual, pueda servir —aunque sea tarde— como espejo para una clase política atrapada en el barro del escándalo diario.