Las elecciones de medio término en Formosa volvieron a ratificar el dominio absoluto del peronismo local y de su figura central: el gobernador Gildo Insfrán, quien con casi el 68% de los votos confirmó que su hegemonía política sigue intacta. Pero detrás de los porcentajes y el respaldo en las urnas, se vuelve cada vez más difícil sostener la idea de un sistema democrático pleno en una provincia gobernada por la misma persona desde hace casi cuatro décadas.
📉 Una democracia sin alternancia
Con esta nueva victoria, Insfrán acumula su octava reelección consecutiva como gobernador desde 1995 y gobierna la provincia —contando su período como vice— desde 1987. En otras palabras, ningún formoseño menor de 40 años ha votado una boleta sin su nombre. Esta permanencia sin alternancia representa uno de los síntomas más preocupantes del autoritarismo estructural que puede enmascararse dentro de un sistema formalmente legal.
🧩 Reglas hechas a medida
Este control absoluto no sería posible sin una arquitectura institucional cuidadosamente diseñada para preservar el poder. En Formosa, rige desde 1987 la ley de Lemas, un sistema que permite que múltiples listas del mismo espacio sumen votos para favorecer al candidato principal. Esa ingeniería electoral, sumada al control de los medios locales, el manejo de la justicia provincial y una red de clientelismo consolidada, limita severamente las posibilidades de la oposición.
Incluso cuando la Corte Suprema de la Nación invalidó la reelección indefinida, la Legislatura formoseña —dominada por el PJ— respondió convocando a una convención constituyente para reformar la Constitución provincial. El objetivo: restaurar por vía legislativa lo que la justicia federal buscó frenar por inconstitucional.
📊 Resultados contundentes, pero previsibles
El Partido Justicialista formoseño obtuvo el 67,29% de los votos, mientras que el Frente Amplio Formoseño, la coalición opositora más relevante, quedó muy por detrás, con el 21,48%, dividida además en tres listas. La Libertad Avanza, en su debut provincial, apenas alcanzó el 10,31%. Aunque la participación superó el 60%, lo cual es elevado para los estándares provinciales actuales, el resultado final era sabido de antemano.
📌 ¿Mayoría popular o democracia vaciada?
Insfrán sostiene que su victoria se basa en el “respaldo esclarecido del pueblo formoseño”. Pero en una provincia donde no hay prensa crítica, la justicia está subordinada, el empleo estatal lo es todo y la pobreza estructural ronda el 40%, la pregunta no es solo cuántos votan, sino cuán libres son para elegir. ¿Qué tan representativa es una elección donde la posibilidad de alternancia real está anulada desde hace décadas?
⚖️ Entre legalidad y legitimidad
El caso de Formosa plantea un dilema institucional de fondo: ¿Puede una democracia funcionar sin rotación de poder? La legalidad electoral no siempre garantiza legitimidad democrática. Y aunque los números parezcan avalarlo, el fenómeno Insfrán revela más una patología del sistema que una virtud de su eficacia política.
🧭 Una señal de alarma para todo el país
Mientras en el plano nacional se discuten los alcances del modelo libertario, el caso formoseño recuerda que el autoritarismo no siempre se viste con discursos rupturistas ni motosierra en mano. A veces se esconde en la continuidad infinita, en la rutina de una provincia donde el poder se naturalizó hasta volverse invisible.