A los 88 años falleció el pontífice argentino que marcó una era con sus posturas sobre justicia social, medio ambiente y reforma eclesial. Su legado, lleno de tensiones y transformaciones, deja huella en una Iglesia que aún debate si seguir su camino.
El Papa Francisco murió este 21 de abril a los 88 años en la Casa Santa Marta del Vaticano. Su muerte marca el fin de un pontificado que durante doce años desafió los cimientos históricos de la Iglesia Católica, tensionó con el poder económico global y se alineó con causas universales como la lucha contra el cambio climático, la pobreza y las guerras. Fue el primer Papa latinoamericano, el primero jesuita y el primero en adoptar el nombre de Francisco, en homenaje al santo de los pobres y la naturaleza.
Un pontificado con sello propio: del Vaticano a los márgenes
Desde su elección en 2013, Jorge Mario Bergoglio impulsó una agenda pastoral y política que incomodó a sectores tradicionales. Promovió una “Iglesia en salida”, con menos boato y más presencia territorial, especialmente entre los pobres y excluidos. Su primera visita fue a Lampedusa, donde homenajeó a los migrantes ahogados en el Mediterráneo, y desde entonces no dejó de poner en agenda los rostros olvidados del sistema.
Entre sus decisiones más audaces, se destaca la reforma financiera del Vaticano —que buscó mayor transparencia en un entramado históricamente opaco— y el impulso para acelerar juicios canónicos a sacerdotes acusados de abuso. También amplió el rol de las mujeres en el Vaticano, aunque sin lograr cambios estructurales en su acceso al sacerdocio o cargos clave, por resistencia de sectores conservadores.
La agenda global de Francisco: justicia climática, geopolítica y paz
Francisco no solo predicó en clave teológica, sino también geopolítica. Su encíclica Laudato si’ se convirtió en uno de los documentos más citados en debates internacionales sobre cambio climático. Fratelli tutti, escrita en plena pandemia, fue una fuerte crítica al individualismo neoliberal y un llamado a la fraternidad global.
Denunció el tráfico de armas, el descarte de personas y las lógicas extractivistas. En sus mensajes Urbi et Orbi —de Navidad y Pascua— cada año delineó un mapa de las crisis mundiales. En los últimos, condenó las guerras en Ucrania, Gaza, Yemen y Sudán, posicionándose como una de las pocas voces de alcance moral que abogó por la paz sin ambigüedades.
Una figura polarizante: amado en el sur, resistido en el norte
El Papa argentino fue tan aclamado como resistido. En América Latina fue recibido como un profeta del pueblo; en cambio, en sectores conservadores de Estados Unidos y Europa fue señalado como un Papa “progresista” o incluso “marxista”. Su cercanía con movimientos populares, sus críticas al capitalismo financiero y su estilo sencillo contrastaron con el perfil de sus antecesores.
En su país natal, sin embargo, vivió una paradoja: nunca volvió. A pesar de haber visitado diez países de América Latina, evitó pisar Argentina durante sus años como Papa. Las razones van desde su estado de salud hasta el uso político de su figura por parte de distintos gobiernos. Su tensa relación con Javier Milei —quien lo había calificado como “representante del maligno”— puso en evidencia la incomodidad que su figura generó en parte del arco político local.
Reformas eclesiales: una Iglesia en disputa
Francisco promovió siete exhortaciones apostólicas, cuatro encíclicas, 39 constituciones apostólicas y más de 1.100 nombramientos episcopales. Introdujo cambios jurídicos para procesar delitos internos, reestructuró la curia romana y apoyó los sínodos como espacios de escucha. Pero también enfrentó bloqueos. El sínodo de 2024, por ejemplo, rechazó su impulso para ampliar la participación de las mujeres en los órganos de decisión.
En temas como el celibato, la homosexualidad y el rol de las mujeres, Francisco optó por abrir el debate más que cerrar filas. Su estilo fue el de un pastor más que el de un teólogo dogmático, lo cual dejó tensiones abiertas que definirán el rumbo del próximo pontificado.
El legado de un Papa de frontera
A pesar de los problemas de salud —entre ellos una neumonía, operaciones gastrointestinales y movilidad reducida—, Francisco trabajó hasta el final. Mantuvo contacto con líderes en zonas de guerra, promovió el Jubileo de la Esperanza y publicó su autobiografía Spera meses antes de morir, en un intento de dejar testimonio de una vida consagrada al servicio.
Francisco será recordado como el Papa que quiso una Iglesia menos autorreferencial, más comprometida con el mundo real y con los dolores de la humanidad. Su legado quedará sujeto a disputas dentro y fuera del Vaticano, pero ya es parte de la historia: fue el Papa que intentó abrir puertas donde durante siglos solo hubo muros.